Los interrogantes del “cenizo” Federico

Testata
La Vanguardia
Data
3 maggio 1992
Autore
Joan-Anton Benach
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En “Dancing”, Luciano Federico probablemente pasaba inadvertido dentro de un grupo numeroso, muy movedizo y de una notable homogeneidad. En “Catalanish”, en cambio, el actor conseguìa salvarse de un producto insignificante y torpe, que hacìa agua por todas partes; era, por asì decirlo, el rey tuerto en paìs de ciegos. Creo recordar que de una u otra forma asì lo indiqué en una breve y amarga crònica. Una de las cosas gratificantes que tiene el oficio de registrador quisquilloso de la actualidad teatral estriba en suponer, no tanto que se acertò en el juicio como que una determinada opiniòn pueda ser concomitante con el futuro profesional del artista.

Anteanoche, asistiendo al gimnàstico monòlogo “¡Porca miseria!” que dice y suda Luciano Federico, uno sentìa la tentaciòn petulante de codear al satisfecho vecino y decirle: “No, si yo ya lo avisé”. Federico ha tomado unos textos de sus compatriotas italianos Claudio Bisio, Eduardo Erba y Sergio Conforti, los ha trufado con referencias locales y añadido ocurrencias propias y otras de José A. Ortega, el director de su ejercicio.

Ortega es uno de los hombres de Villarroel Teatre y tiene varias experiencias en este tipo de espectàculos unipersonales. Por esas y otras razones, algun tam-tam funcionò en torno al estreno de “¡Porca miseria!” puesto que la Sala Beckett registrò un lleno absoluto. Y, desde luego, tal expectaciòn no resultò defraudada.

En medio de un escenario desnudo, el soliloquio de un hombre con maleta, retrata la figura del perdedor que intenta defenderse de su timidez, razonar sus perplejidades y buscar sus propias, peculiares salidas a una radical incapacidad por comunicarse. La originalidad que aportan los textos de Bisio, Erba y Conforti radica en la presentaciòn de un personaje “cenizo”, exiliado de las convenciones sociales y que, sin embargo, digiere sus angustias con la mejor de las sonrisas. El personaje afronta la “porca miseria” del mundo con suficiente optimismo y encuentra estrafalarias soluciones a los placeres que le son vedados. Padece el complejo de quo, el mismo que aqueja al patito menos hablador de los tres sobrinos de Donald – uno de los màs felices hallazgos del texto – y le gustan los aeropuertos porque asì puede “no viajar” a los lugares y paraìsos màs apetecibles.

“¡Porca miseria!” maneja un tipo de absurdo galopante que en primera instancia podrìa calificarse impropiamente de surrealista. La propuesta es un continuo interrogante, que contamina la funciòn misma del actor de teatro. El texto desmitifica, en efecto, el trabajo teatral y su continuo juego de disparates y de chispazos ingeniosos, màs que al lenguaje del “clown” metido a filosofar sobre la realidad incomprensible, nos aproximarìa a la absorta lucidez de un Woody Allen, entregado a aquel tipo de “Diàlogo para besugos” que hizo célebre una revista local.

Pero tanto como los cualidades de un texto que apenas incide en un solo lugar comùn de los géneros de humor, conviene destacar las buenas maneras interpretativas de Luciano Federico, El actor derrocha vitalidad, cordialidad y energìa; su expresiòn es directa, entrañablemente sugestiva y logra establecer una directa complicidad con el pùblico, a quien se dirige coloquialmente de principio a fin. Y este pùblico lo tiene Federico en su bolsillo a los tres minutos de una amable representaciòn que no dura màs de setenta. Quien decida conocer de cerca a ese actor revelaciòn, sospecho que no se arrepentirà.

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